El cohete Falcon-1, de la empresa SpaceX, realizó el pasado 20 de marzo su segundo intento de alcanzar la órbita terrestre. Una vez más, fracasó. Esta vez debido a un fallo en la segunda etapa. Recordemos que el Falcon-1 es un proyecto privado (totalmente overrated, si quieren saber mi opinión) que pretende alcanzar el espacio de forma barata y fiable (ejem, ¿eso no lo había oído ya antes?). El fracaso en lanzar el pequeño cohete no detiene a la compañía, que tiene planes para lanzadores aún mayores e incluso una cápsula espacial privada (!), el Dragon, que evidentemente jamás se construirá, pero permitirá que las acciones de SpaceX suban como la espuma. Lo justo para que cuando la compañía sea vendida a Locheed-Martin o Boeing sus ejecutivos se lleven una buena tajada. ¿Ustedes han visto alguna empresa modesta construir un gran avión de pasajeros rentable? Pues no: todos los aviones comerciales de gran tamaño son de Airbus o Boeing. Entonces, ¿por qué esperamos que una pequeña empresa sea capaz de construir una nave espacial tripulada que sea mínimamente segura?
Aquí, el vídeo del lanzamiento del otro día:
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