"Houston, tenemos un problema". Es posible que no exista una frase tan famosa en la historia de la astronáutica y que resuma tan bien el espíritu y el valor de los astronautas del Apolo, héroes que tenían lo que había que tener (the right stuff) para enfrentarse a una situación mortal con la cabeza fría pese a viajar en una minúscula nave situada a 322000 kilómetros de la Tierra. Nunca antes -ni después- unos seres humanos se habían encontrado en peligro tan lejos de su hogar.
Paradójicamente, pese a ser junto el Apolo 1 el único fracaso del programa lunar norteamericano, Apolo 13 es quizás la misión Apolo más famosa después del Apolo 11. Pocos se acuerdan de Cernan y Schmitt explorando el valle de Taurus-Littrow, o de Scott e Irwin conduciendo su pequeño vehículo junto a la imponente Hadley Rille. Pero todo el mundo se acuerda del Apolo 13 y su "Houston, tenemos un problema" -que en realidad fue "Houston, we've had a problem", expresión quizás un tanto menos dramática por no transmitir la inmediatez y urgencia del tiempo presente-. Del Apolo 13 se han escrito centenares de libros y obras de referencia, así que no vamos a descubrir aquí nada que no se haya dicho ya mil veces. Incluso ha sido la única misión espacial que ha merecido el honor de protagonizar una -buena- película de Hollywood, la máxima forma de reconocimiento medíatico en nuestra sociedad post-literaria.
Justo cuando los viajes a la Luna empezaban a ser vistos por la opinión pública como algo "rutinario" y "aburrido", Apolo 13 volvió a despertar el interés de los medios por las misiones lunares. Así es la naturaleza humana: "las buenas noticias no son noticias", dicen. Sin más explosiones de tanques de oxígeno de por medio, las siguientes misiones volverían a ser "aburridas" y el interés del público decrecería, hasta que en diciembre de 1972 el Apolo 17 se convertiría en la última misión tripulada -y, por supuesto, "aburrida"- a otro mundo. Lovell, Haise y Swigert nunca entendieron el revuelo que causó su misión. Sí, estuvieron muy cerca de la muerte y sólo el trabajo contrarreloj de miles de técnicos y científicos logró salvarlos. Pero también sabían que el resto de misiones Apolo no estuvieron exentas de riesgos. Caminar por la superficie de un mundo alienígena sin atmósfera y bajo temperaturas extremas sabiendo que lo único que te separa de una muerte cierta son unos pocos milímetros de tela y goma tiene su mérito. O trabajar a 350000 kilómetros de tu casa siendo consciente de que el único motor de la etapa de ascenso del módulo lunar debía funcionar perfectamente para evitar morir en la superficie de nuestro satélite sin posibilidad alguna de rescate. "Aburrido", dicen.
La cúpula de la NASA sí comprendía muy bien estos riesgos. El programa Apolo fue una singularidad histórica que se había hecho realidad gracias a la conjunción de muchos factores, especialmente la Guerra Fría y la potente economía norteamericana de la época. Unos años antes no existía la tecnología para llevarlo a cabo y pocos años después, los problemas económicos y el avance en la tecnología de sondas automáticas habrían dificultado su puesta en marcha. El proyecto Apolo tuvo la suerte de surgir en el momento adecuado en el lugar adecuado, pero incluso la alineación astral más favorable no podía evitar que fuese cancelado nada más lograr su objetivo. El principio del fin del Apolo tuvo lugar en el mismo momento que Armstrong ponía un pie en el Mar de la Tranquilidad. Los EEUU habían ganado la carrera lunar: ya no había que demostrar nada más. El resto de misiones no fueron más que inercia burocrática. Pero incluso esas misiones corrieron el riesgo de ser canceladas, porque la NASA sabía que un sólo fracaso podía empañar el momento cumbre de la agencia espacial. Y, de repente, el Apolo 13 puso en evidencia lo fácil que era morir cuando uno viaja a otros mundos. Lejos de despertar el interés de los políticos, esta misión reafirmó la necesidad de cancelar cuanto antes el programa antes de que alguien se matase. Aunque ya en enero de 1970 la NASA había cancelado la que debía ser la última misión del programa -Apolo 20-, tras el regreso de Lovell, Haise y Swigert se aceleró el desmantelamiento y en septiembre de ese mismo año se cancelaría el Apolo 19. Poco después también se suprimiría el Apolo 18, e incluso el Apolo 17 estuvo a punto de correr la misma suerte.
Cuarenta años después, el Apolo 13 es un claro recordatorio de que las misiones a la Luna no fueron un juego. Si la explosión del módulo de servicio se hubiese producido durante el Apolo 8 -que no llevaba un módulo lunar que pudiera ser usado como bote salvavidas- o durante la estancia en órbita lunar, o durante muchas otras fases de la misión, los astronautas habrían muerto sin remedio.
Citando a Carl Sagan, con el Apolo, los Estados Unidos tocaron la gloria. Supongo que si los periodistas y políticos de la época hubiesen sabido que no volverían a contemplar en su vida un viaje tripulado a la Luna después de 1972, es muy posible que hubiesen visto el programa con otros ojos.
Emblema de la misión, uno de los más bonitos del programa Apolo (NASA).
Módulo de mando y servicio CSM-109 Odyssey. El tanque de oxígeno número dos del SM explotó durante el camino a la Luna, dejando inservible también al tanque número uno. Como resultado, las células de combustible de la nave no pudieron seguir proporcionando energía eléctrica (NASA).
Detalle del SM (NASA).
Localización de los tanques de oxígeno e hidrógeno para las células de combustible en el SM (NASA).
Detalles del tanque de oxígeno con el termostato defectuoso y el ventilador averiado que provocaría el cortocircuito causante de la explosión (NASA).
El módulo lunar LM-7 Aquarius, salvavidas de la misión, durante su montaje en la planta de Grumman (NASA).
Configuración de las naves durante la travesía lunar (NASA).
La tripulación original del Apolo 13: de izqda. a dcha., Fred Haise, Jim Lovell y Ken Mattingly (NASA).
Tripulación final tras retirar los médicos a Mattingly por miedo a que desarrollase la rubeola durante la misión: Jim Lovell (comandante), Jack Swigert (piloto del módulo de mando) y Fred Haise (piloto del módulo lunar).
El traje lunar A7L del comandante Lovell (marcas rojas) antes del despegue (NASA).
Lovell respira oxígeno puro dentro de su traje de presión antes del despegue para purgar el nitrógeno de su sangre y poder habituarse a la atmósfera del CM y el LM en el espacio (NASA).
Lovell probando la presurización de su traje (NASA).
Swigert parece no creerse que al final vaya a ir a la Luna (NASA).
El Saturno V SA-508 espera a la tripulación (NASA).
Camino a la rampa 39A (NASA).
Despegue de la tercera misión de alunizaje de la historia (NASA).
Perfil original de la misión (NASA).
Posibles escenarios de aborto en caso de emergencia durante una misión lunar. Se decidió rodear la Luna al desconocerse el estado del motor SPS del SM después de la explosión (NASA).
Trayectoria del Apolo 13 gracias a las maniobras realizadas por el Aquarius (línea sólida) comparada con la trayectoria original (línea a trazos)(NASA).
El lugar de alunizaje del Apolo 13 debía ser el cráter Fra Mauro, posteriormente visitado por el Apolo 14 (NASA).
El dióxido de carbono estuvo a punto de matar a la tripulación. Los filtros de hidróxido de litio para eliminar esta sustancia que se encontraban en el LM eran insuficientes (estaba diseñado para soportar una tripulación de dos personas durante sólo dos días) . Además, los filtros del CM eran de distinta forma (cuadrados) que los del LM (cilíndricos). Un ejército de técnicos e ingenieros lograron diseñar un sistema para usar los filtros cuadrados del CM en el LM.
El LM Aquarius se convirtió en el bote salvavidas de la tripulación (NASA).
Sobrevolando la cara oculta de la Luna (NASA).
La Tierra y la Luna vistas a través de la ventanilla del módulo lunar (NASA).
Hogar, dulce hogar (NASA).
Secuencia de eventos antes de la reentrada: separación del SM y del Aquarius (NASA).
El SM-109 del Odyssey visto por la tripulación desde el CM mientras aún estaban acoplados al Aquarius (NASA).
Réplica de la placa que debía haber dejado el Aquarius en la Luna. Lovell la trajo de vuelta a la Tierra (NASA).
Justo antes de la reentrada, el módulo Aquarius se separa del CM. Poco después se destruiría en la atmósfera y sus restos se hundirían en el Océano Pacífico, en la Fosa de Tonga (NASA).
Generador de radioisótopos (RTG) SNAP-27 con unos cuatro kg de plutonio. Debía alimentar el ALSEP en la superficie lunar, pero regresó con el Aquarius a la Tierra y hoy en día se encuentra en algún lugar de la Fosa de Tonga (NASA).
Estaciones de seguimiento durante el programa Apolo: Madrid y Canarias (Maspalomas) formaban parte de la red (NASA).
Carga eléctrica restante durante la misión (NASA).
Agua restante durante la misión. La falta de agua ocasionaría una infección urinaria a Haise (NASA).
La tripulación regresa sana y salva a la Tierra (NASA).
El CM Odyssey a bordo del USS Iwo Jima (NASA).
Descansando después de la odisea (NASA).
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