La Ruta de la Seda es el nombre con el que el barón Ferdinand Von Richtofen, científico e investigador alemán, bautizó en el siglo XIX a los caminos que conectaron desde el siglo II a.c. el mundo asiático oriental con la cuenca mediterránea.
Fundamentalmente existieron dos caminos, la ruta norte y la ruta sur, siendo esta última la que coincidió con las investigaciones de Von Richtofen. La ruta septentrional partía de Chang'an, antigua capital china, pasando a través del corredor de Gansu hacia los oasis de Dunhuang; de ahí las caravanas proseguían camino hacia Hami y las ciudades oasis de Lobnor, Turfan, Karashar, Kucha y Kashgar. En esta última ciudad las caravanas podían elegir ascender el Pamir para atravesar Asia Central (Samarcanda, Bokhara y Merv) y Persia y llegar a la costa mediterránea por Cestiphon y Palmira. Otra alternativa lo constituía la ruta que descendía de Yarkand hacia la India, cruzando la cordillera del Karakorum, camino de Leh, Srinagar, el valle del Indo, hasta terminar en los mercados de la costa de Bombay. Estos caminos terrestres por los que circularon ideas y mercancías fueron los más utilizados hasta el siglo VII, cuando las rutas marítimas comenzaron a desarrollarse y ofrecer mayor rapidez y seguridad.
Fundamentalmente existieron dos caminos, la ruta norte y la ruta sur, siendo esta última la que coincidió con las investigaciones de Von Richtofen. La ruta septentrional partía de Chang'an, antigua capital china, pasando a través del corredor de Gansu hacia los oasis de Dunhuang; de ahí las caravanas proseguían camino hacia Hami y las ciudades oasis de Lobnor, Turfan, Karashar, Kucha y Kashgar. En esta última ciudad las caravanas podían elegir ascender el Pamir para atravesar Asia Central (Samarcanda, Bokhara y Merv) y Persia y llegar a la costa mediterránea por Cestiphon y Palmira. Otra alternativa lo constituía la ruta que descendía de Yarkand hacia la India, cruzando la cordillera del Karakorum, camino de Leh, Srinagar, el valle del Indo, hasta terminar en los mercados de la costa de Bombay. Estos caminos terrestres por los que circularon ideas y mercancías fueron los más utilizados hasta el siglo VII, cuando las rutas marítimas comenzaron a desarrollarse y ofrecer mayor rapidez y seguridad.
A pesar de recibir el nombre genérico de Ruta de la Seda, hubo otras mercancías e intercambios culturales que a lo largo de los siglos tuvieron una mayor influencia y presencia en sus caminos. La seda, de origen chino, fue el pretexto utilizado fundamentalmente por los emperadores chinos como moneda de pago en su política de alianzas necesaria para mantener sus fronteras septentrionales estables. Cuando la seda fue conocida en el mundo occidental su demanda disminuyó, siendo sustituida por otros materiales entre los que destacaron por su importancia artística y volumen de negocio la cerámica y las especies. A partir del siglo XVI a estas mercancias se añadieron todo tipo de objetos suntuarios que desde los países asiáticos inundaron los salones cortesanos y aristocráticos europeos. Nos referimos a la porcelana china, a las lacas, a las maderas exóticas y olorosas, al té y a las especias. Este comercio tuvo fundamentalmente una vertiente exterior entre el mundo asiático y el mediterráneo, pero existió también una Ruta de la Seda de carácter exclusivamente asiático.
La ruta interior o ruta asiática no solo sirvió de camino comercial, sino que fue utilizada para la expansión del budismo que, procedente de la India, se extendería por todo el mundo asiático. Con la doctrina y las ideas, se propagaron también formas artísticas y culturales cuyos mejores ejemplos son los monasterios construidos a lo largo de la Ruta de la Seda. La imagen de Buda, la técnicas de la arquitectura excavada y la escultura de los templos indios y la riqueza iconográfica y ornamental, cuyo origen se encuentra en los estilos artísticos de Gandhara y Mathura, fueron difundidos siguiendo el camino de las caravanas. Cada uno de los monasterios refleja a través de sus formas artísticas la síntesis realizada entre la cultura autóctona y la nueva cultura foránea ligada íntimamente al budismo. El mayor desarrollo artístico, cultural y económico de la Ruta de la Seda se produjo entre los siglos II a.C. y el siglo IX d.C., con sus correspondientes etapas de inflexión en cada uno de los países. Lentamente el budismo fue perdiendo importancia en India y China, y fueron abandonados los centros religiosos y la cultura en torno a ellos.
En la segunda mitad del siglo XIX y especialmente en los comienzos del siglo XX se iniciaron las primeras investigaciones que, partiendo de los relatos de viajeros orientales: Fa Xian (siglo IV-V) y XuanZang (siglo VI) y occidentales: Ibn Battuta (siglo XIV), Giovanni del Pino de Carpini (siglo XII), y Marco Polo (siglo XIV) entre otros, permitirían redescubrir los caminos culturales y comerciales bautizados con el nombre de Ruta de la Seda.
Jose
La ruta interior o ruta asiática no solo sirvió de camino comercial, sino que fue utilizada para la expansión del budismo que, procedente de la India, se extendería por todo el mundo asiático. Con la doctrina y las ideas, se propagaron también formas artísticas y culturales cuyos mejores ejemplos son los monasterios construidos a lo largo de la Ruta de la Seda. La imagen de Buda, la técnicas de la arquitectura excavada y la escultura de los templos indios y la riqueza iconográfica y ornamental, cuyo origen se encuentra en los estilos artísticos de Gandhara y Mathura, fueron difundidos siguiendo el camino de las caravanas. Cada uno de los monasterios refleja a través de sus formas artísticas la síntesis realizada entre la cultura autóctona y la nueva cultura foránea ligada íntimamente al budismo. El mayor desarrollo artístico, cultural y económico de la Ruta de la Seda se produjo entre los siglos II a.C. y el siglo IX d.C., con sus correspondientes etapas de inflexión en cada uno de los países. Lentamente el budismo fue perdiendo importancia en India y China, y fueron abandonados los centros religiosos y la cultura en torno a ellos.
En la segunda mitad del siglo XIX y especialmente en los comienzos del siglo XX se iniciaron las primeras investigaciones que, partiendo de los relatos de viajeros orientales: Fa Xian (siglo IV-V) y XuanZang (siglo VI) y occidentales: Ibn Battuta (siglo XIV), Giovanni del Pino de Carpini (siglo XII), y Marco Polo (siglo XIV) entre otros, permitirían redescubrir los caminos culturales y comerciales bautizados con el nombre de Ruta de la Seda.
Jose
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