El principal mérito del libro es precisamente reunir en una sola obra toda la historia de las estaciones espaciales. Hasta ahora habíamos podido leer sobre el Skylab, las Salyut o la Mir, pero por primera vez, Zimmerman nos ofrece una visión de conjunto, algo inusual para un escritor americano, pues la mayor parte del libro está dedicada a las estaciones espaciales rusas.
Otra originalidad es la discusión de detalles históricos y políticos para poder comprender mejor las decisiones que condujeron a la consecución de determinados programas. Desgraciadamente, esta característica del libro es también su principal desventaja. Efectivamente, el odio que destila el autor por el régimen soviético, a veces comprensible, le conduce a formular afirmaciones simplistas y maniqueas sobre la política soviética. Igualmente, aunque hace gala de un intento de objetividad, Zimmerman es bastante más bondadoso con el programa espacial americano que con el ruso, algo de esperar dada la nacionalidad del autor. Así, por ejemplo, según leemos prácticamente todos los hitos de la cosmonáutica soviética estaban motivados por la propaganda, como el lanzamiento de la segunda mujer cosmonauta. Sin embargo, las misiones del transbordador americano con congresistas, maestras y príncipes saudíes es visto como algo normal. Quizás la referencia política menos objetiva es la que tiene que ver con la caída de la URSS y las figuras de Yeltsin y Gorbachov. Zimmerman no puede ocultar su desprecio hacia Gorbachov y sus desmedidas simpatías por Yeltsin, lo que lleva al absurdo de proclamarle campeón de la tolerancia y la libertad por su valiente resistencia ante el golpe de estado de 1991 en una página para, a continuación, justificar su decisión ilegal de tomar militarmente el Parlamento Ruso en 1993, donde murieron cientos de políticos opositores (todos ellos "matones del KGB" y "comunistas contrarios a la libertad", según Zimmerman).
En sus críticas al programa espacial americano, el autor va aún más allá. Aunque sus críticas a la NASA por su excesiva burocratización y estrechez de miras son justificadas y novedosas en un libro americano, Zimmerman no se corta en atribuir todos los fallos de la política de la NASA a la administración Clinton, culpándole del desastre de planificación que es la ISS. Para ser más tendencioso aún más si cabe, las administraciones Reagan y Bush (padre e hijo) son retratadas de forma magnífica y exoneradas de cualquier culpa que tuviesen en los desaguisados administrativos de la NASA. Es más, Zimmerman llega a echarle la culpa de la falta de iniciativas de la NASA a Bill Clinton personalmente, una opinión cuando menos ridícula.
Pero no todo es malo: resalta especialmente llamativo el relato de las misiones Shuttle-Mir y la construcción de la ISS, que se desvía de la tradicional crítica despiadada al programa espacial ruso. En este caso, Zimmerman es bastante objetivo y reparte críticas casi por igual. Y digo casi porque aunque hace referencia a los retrasos en la construcción del módulo ruso Zvezdá, se olvida hablar de los retrasos y sobrecostes de módulos americanos, como es el caso del laboratorio Destiny. Puesto que la obra se escribió en 2002, no incluye las tremendas repercusiones en el seno de la NASA que ocasionó la destrucción del Columbia en 2003, algo que sin duda habría cambiado el tono general de la obra.
Otro defecto es la pobre presentación gráfica. Aunque se incluyen un puñado de esquemas en blanco y negro de cada estación espacial, el libro sería mucho más ameno e impactante (y más caro, naturalmente) con unas cuantas fotos a color. Además, no habría estado nada mal la inclusión de algunos anexos con información sobre las misiones y tripulaciones, lo que habría enriquecido la obra y la hubiera convertido en un magnífico libro de consulta.
En definitiva, un buen libro para comprender cómo el hombre ha intentado adaptarse a ese entorno tan extraño que es el espacio. Me quedo con una cita de su última página:
Nuestras esperanzas y nuestros sueños definen nuestras vidas. Si elegimos sueños triviales y mezquinos, fáciles de realizar pero que apenas logran nada, nos empequeñecemos. Pero si soñamos a lo grande, nos ennoblecemos realizando actos que nos elevan por encima del reino animal. [...] Ha llegado la hora de viajar a las estrellas.
No comments:
Post a Comment