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Wednesday, January 10, 2007

La supernova de Kepler

En el año del Señor 1604, un astrónomo obsesionado con los movimientos planetarios llamado Johannes Kepler observó una supernova en la constelación de Ofiuco. Bueno, en realidad no sabía que era una supernova, pues para él era simplemente una estrella nueva, una stella nova, vamos. Habría que esperar hasta el siglo XX para que supiéramos que una supernova es el último acto de una estrella masiva antes de morir. Sin embargo, hay varios tipos de supernova. El más conocido es el Tipo II, que es el producido por una estrella supergigante al finalizar su vida y que produce un agujero negro o una estrella de neutrones. Otro tipo menos conocido es el Tipo Ia, que suele tener lugar cuando una enana blanca en un sistema binario acumula masa de su estrella vecina hasta que explota sin dejar tras de si ningún rastro, aparte del remanente visible como nebulosa. Las supernovas Tipo Ia se utilizan en cosmología como candelas estándar para medir las distancias entre galaxias, pues todas tienen aproximadamente la misma luminosidad absoluta. Sin embargo, cuando encontramos un remanente de supernova suele ser muy difícil saber qué tipo de explosión fue el causante de la nebulosa. Este era el caso de la SN1604, como se conoce a la supernova de Kepler: aunque la ausencia de un agujero negro o estrella de neutrones sugería que estábamos ante un Tipo Ia, la fuerte presencia de nitrógeno indicaba por contra que se habría tratado de un Tipo II.

Tras estudiar imágenes del telescopio espacial de rayos X Chandra, parece por fin que el misterio está resuelto (o casi): la supernova de Kepler era del Tipo Ia.

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