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Thursday, August 2, 2007

Space Race

Space Race es una serie de la BBC sobre el origen de la carrera espacial que podemos englobar en el subgénero del docu-drama. Por un lado, su estructura es la de un documental clásico, con una voz en off que nos va narrando los acontecimientos importantes. Por otro lado, toda la serie está rodada con actores y montada como si fuera una película. Este tipo de creaciones no suele convencer ni a los amantes del cine ni a los aficionados a los documentales, pero la verdad es que me ha gustado mucho y creo que puede servir para acercar al gran público este periodo clave de la historia.

La serie está centrada en dos personajes: Wernher von Braun y Serguéi Korolyov. Es posible que la elección de estos protagonistas sea simplificar en demasía la historia, pero no es del todo desacertada. Wernher von Braun consiguió poner en órbita el primer satélite americano con el misil Júpiter, construyó el misil Redstone que lanzó al primer astronauta de los EE.UU. y, naturalmente, fue el artífice del poderoso cohete Saturno V, sin el cual las misiones Apolo no habrían podido viajar a la Luna. Korolyov por su parte fue el creador del misil intercontinental R-7, que permitió el lanzamiento del Sputnik y, tras varias modificaciones, lanzar al espacio a Gagarin y a todos los astronautas de la URSS y Rusia, tarea que sigue llevando a cabo hoy en día. Otra semejanza entre ambos personajes es su difícil relación con la posteridad y la fama: el mundo se enteró de la existencia de Korolyov, "Diseñador Jefe" y genio de la cosmonáutica, sólo tras su muerte en 1966. Por otro lado, tras su momento estelar a principios de los 60, von Braun fue relegado poco a poco por los medios de comunicación oficiales, especialmente por la propia NASA, incómoda con la idea de que el público asociase los éxitos del programa espacial civil americano con un alemán ex miembro del partido Nazi que había llegado a ser Sturmbannführer de las SS y que se caracterizó durante la guerra por tener una tendencia desagradable a lanzar misiles V-2 contra poblaciones civiles, además de usar mano de obra esclava sin mucho pudor. Otro punto en común de ambos genios: los dos eran entusiastas de los cohetes y los viajes espaciales en en los años 20 y 30, cuando nadie apostaba seriamente por ellos. La II Guerra Mundial hizo que los políticos se sintiesen repentinamente interesados en los cohetes como posible arma ofensiva, especialmente el regimen Nazi, que con un suministro casi ilimitado de materiales, dinero y esclavos consiguió que von Braun crease para ellos el cohete A-4 (V-2). Tras la guerra y maravillados por la sofisticación del V-2, los gobiernos de la URSS y los EE.UU. se lanzaron a diseñar misiles cada vez más potentes con capacidad nuclear. Como sabemos, los EE.UU. se llevaron la mejor parte del botín de guerra: el propio von Braun, que inmediatamente empezó a construir misiles para los militares americanos. Sin embargo, aunque el trabajo inicial de Korolyov y von Braun era construir misiles, ambos no dejaron nunca de pensar en el espacio. La carrera espacial fue precisamente una carrera debido en gran medida a las ansias de ambos personajes por usar los misiles con los que trabajaban como instrumentos para la exploración espacial.

Naturalmente, también hay muchas diferencias entre ambos personajes: von Braun pudo quitarse el yugo de los militares cuando empezó a trabajar para la NASA, mientras que Korolyov jamás tuvo esa ventaja y tuvo que compatibilizar sus proyectos militares (prioritarios) con los civiles. Además, la oficina de Korolyov debía construir no sólo los cohetes, sino también los satélites y naves tripuladas que éstos lanzaban, mientras von Braun se centraba en los lanzadores. Curiosamente, Korolyov no podía diseñar ni controlar la manufactura de motores cohete, aspecto que recaía en manos de Valentin Glushko, mientras que von Braun sí que supervisaba el diseño y producción de los motores para sus cohetes. Este último punto sería de vital importancia en el desarrollo de ambos programas espaciales.

La serie nos presenta las dificultades del esfuerzo espacial soviético centrándose precisamente en la turbulenta relación entre Glushko y Korolyov. Ambos pasaron varios años en el Gulag, aunque Korolyov siempre pensó que Glushko fue su delator. La versión más difundida de su relación nos cuenta como Glushko se sintió celoso de los éxitos de Korolyov con el R-7 y favoreció a su competencia. También es famosa su discrepancia respecto al combustible que se debía usar en los cohetes: Glushko prefería combustibles hipergólicos (hidrazina y tetróxido de nitrógeno), de poco rendimiento y peligrosos, pero que podían permanecer más tiempo dentro del cohete y no necesitaban complejos mecanismos de ignición en los motores. Korolyov favorecía combustibles criogénicos, mucho más eficientes, pero que requieren motores más complejos.

La historia oficial nos presenta a un Glushko celoso, rencoroso y que rozaba la incompetencia, pues era incapaz de fabricar los complejos motores que Korolyov le demandaba, prefiriendo los más sencillos de tipo hipergólico. Personalmente encuentro esta visión de los hechos bastante injusta hacia la figura de Glushko. Rencillas personales aparte, el conflicto entre Korolyov y Glushko estaba motivada principalmente por la curiosa organización del programa de misiles soviético. Tras la guerra, el ejército de tierra y la fuerza aérea compitieron por el control de la nueva tecnología de misiles. Al final, el ejército se encargaría de los cohetes, pero la fuerza aérea consiguió mantener el control sobre la fabricación de los motores cohete. Este reparto tan poco práctico se agravó aún más con la consolidación de las oficinas de diseño (OKB), peculiares organizaciones soviéticas formadas en realidad por verdaderos complejos industriales que competían entre sí de manera pseudocapitalista por los pocos recursos económicos disponibles. Así, la oficina de Glushko (OKB-456, en la actualidad NPO Energomash) mantuvo su casi total monopolio sobre los motores cohete de alto rendimiento, mientras la oficina de Korolyov (OKB-1, hoy Energia) se encargaba del diseño de misiles y, posteriormente, de naves espaciales. Tener dos complejos industriales con intereses no siempre comunes diseñando un mismo vehículo es una fuente segura de conflictos y eso es precisamente lo que pasó entre Glushko y Korolyov.

Además, la mayoría de libros sobre astronáutica se olvidan de que el verdadero trabajo de Glushko y Korolyov no era la conquista del espacio. El gobierno soviético proporcionaba a ambos ingenieros sumas ingentes de dinero para que diseñaran misiles nucleares, ni más ni menos. Korolyov había conseguido junto con Glushko construir el primer misil soviético con capacidad nuclear, el R-5, lo que situó a ambos como figuras prominentes dentro del programa de misiles. Sin embargo, lo que las autoridades soviéticas deseaban por encima de todo era un misil intercontinental (ICBM) capaz de alcanzar el territorio de los EE.UU. con una cabeza nuclear. El resultado de este requerimiento fue el nacimiento del famoso R-7 Semyorka (SS-6 Sapwood), que abrió el camino al espacio.

Pese a ser un magnífico cohete, lo cierto es que el R-7 era un arma pésima, pues debido al uso de combustibles criogénicos, requería mucho tiempo para ser preparado para el lanzamiento. Mientras Korolyov luchaba por preparar el complejo R-7, Glushko conseguía poner en servicio los misiles de alcance medio R-12 (SS-4 Sandal) y R-14 (SS-5 Skean), misiles con combustibles hipergólicos (protagonistas de la Crisis de Misiles cubana, por cierto) construidos por la oficina OKB-596 (en la actualidad Yuzhnoe) de Mijail Yangel. Lógicamente, Glushko sabía que los militares eran los que pagaban todas las facturas, así que es normal que insistiese ante Korolyov en el uso de combustibles hipergólicos. Al ver que éste se negaba, es comprensible que Glushko favoreciese a Yangel ante la cúpula soviética. De hecho, la historia le daría la razón, pues el primer ICBM operativo que tuvo la URSS fue el R-16 (SS-7 Saddler), construido por Yangel y que entró en servicio en 1961. Pese a sus tremendos esfuerzos, la OKB-1 de Korolyov no fue capaz de poner en servicio un ICBM con combustibles criogénicos hasta 1964 (el R-9 o SS-8 Sasin), que sería de hecho el primero y último de este tipo: todos los demás ICBM usarían combustibles hipergólicos o sólidos.

Por lo tanto, se puede entender que Glushko prefiriese a Yangel o al niño mimado de Khruschov, Vladimir Chelomey. La oficina de este último (OKB-52) se encargaba, como no, de construir ICBMs (UR-100, UR-200, UR-500 o UR-100N), pero también empezó a desarrollar un programa espacial paralelo al de Korolyov, eso sí, usando combustibles hipergólicos. Korolyov necesitaba a Glushko para el cohete lunar N1, el competidor del Saturno V. Sin embargo, diseñar grandes motores criogénicos hubiera supuesto desviar muchos recursos de los motores hipergólicos que estaba construyendo Glushko en ese momento, además de derrochar toda su experiencia acumulada, así que no es de extrañar que viese con buenos ojos la cancelación del N1 a favor del UR-700 de Chelomey. Por último, pero no menos importante, el gobierno soviético no movió un dedo para solucionar este caos, en todo caso se dedicó a agravarlo con decisiones caprichosas, como aprobar a la vez dos programas lunares paralelos (L1 y L3) o no apoyar el programa de aterrizaje lunar hasta 1964, ya demasiado tarde. Sin fondos suficientes y con problemas de propulsión, el N1 estaba destinado al fracaso.

Mientras tanto, al trabajar en la NASA, von Braun podía concentrase en diseñar cohetes exclusivamente de uso civil, así que no tuvo ningún problema en decantarse por combustibles criogénicos para el Saturno V, además de contar con fondos ilimitados que hicieron posible la fabricación del poderoso y complejo motor F-1.

Lo cierto es que el estado de la tecnología soviética de la época hacía muy difícil que Glushko pudiese haber construido un motor equivalente al F-1 con combustibles criogénicos. No sería hasta los años 80 cuando la URSS pudo tener a su disposición los potentes RD-170 (y su variante RD-180 usado en cohetes americanos) y RD-0120 (el primer motor soviético de Lox/LH2, equivalente al SSME del transbordador).

Una última reflexión sobre este tema: ¿adivinan qué tipo de combustible usaban los primeros cohetes chinos o el Ariane europeo?

En definitiva, resulta injusto y maniqueo acusar a Glushko del fracaso del programa lunar soviético. También es injusto sugerir, como hace el documental, que el sucesor de Korolyov al frente de la OKB-1, Vasily Mishin, era un alcohólico incompetente que obstaculizó el programa lunar. Cierto es que Mishin no estaba a la altura de Korolyov (¿y quién lo estaba?), pero en todo caso la culpa la tuvo la cúpula soviética, incapaz de imponer un mínimo de orden en este asunto.

Lamentablemente, el documental no hace mención de Yangel ni de Chelomey, supongo que para mantener la trama fluida y con un mínimo de protagonistas. Y no todo es perfecto: los trajes espaciales que llevan los actores son totalmente pésimos (el de Gagarin parece sacado de un Todo a 1€) y hay unos cuantos errores (la Soyuz-1 que aparece en una secuencia es en realidad una moderna Soyuz-TM), pero pese a todo el resultado final es bastante exacto y entretenido, especialmente la primera parte.

Me quedo con esta frase que Korolyov espeta a Glushko en cierto momento del documental:
This is not about fuel, isn't it Valentin? This is about you and me.

Aquí pongo un trozo del último capítulo donde vemos los problemas del N1 y Kuznetsov (el sustituto de Glushko elegido por Korolyov para fabricar los motores del N1)(YouTube):





Actualización: curiosamente acabo de ver por casualidad el primer episodio de la serie en una cadena española y me he quedado sorprendido, pues han censurado bastantes escenas (?). Además, por motivos incomprensibles, han traducido al español varios diálogos que en la serie original aparecían en alemán y ruso. Peor aún, el doblaje es bastante malo, aunque esto es algo a lo que estamos acostumbrados en España en lo que respecta a documentales. En definitiva, si quieres ver la serie como Dios manda, cómprala en DVD.

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