Habrá quien interprete la historia que voy a contar como una tragedia. Por decirlo claro y en pocas palabras, y aunque eso signifique revelar el final, hemos fracasado. Heredamos una ciencia, la física, cuyo largo y rápido progreso se adoptó como el modelo que las demás ciencias deberían imitar; a lo largo de más de dos siglos y hasta la actualidad, nuestra comprensión de las leyes de la naturaleza fue en continuo aumento y, sin embargo, hoy, y a pesar de todos nuestros esfuerzos, lo que sabemos con certeza de estas leyes no es más de los que sabíamos en los años stenta.
Toma ya. Smolin no se dedica solamente a machacar a la teoría de supercuerdas, ya que considera que no cumple con el método (o métodos) científico y que, por lo tanto, no debería ser clasificada como "ciencia" propiamente dicha, sino que también arremete contra todo el stablishment de la gran ciencia, especialmente contra la gestión de las universidades y su forma de ampliar nuestras fronteras del conocimiento en este campo.
Todo muy interesante y muy refrescante, pero el problema es que, a mi modesto entender, Smolin mezcla dos temas distintos: por un lado la excesiva burocratización de la investigación en las universidades y, por otro, los supuestos fallos conceptuales de la teoría de supercuerdas, los causantes de que, aparentemente, nos hayamos estancado en la búsqueda de una Teoría del Todo.
Sobre el primer punto, no tengo nada que objetar y las críticas de Smolin me parecen muy acertadas, aunque no son exclusivas de la teoría de supercuerdas y podríamos extenderlas a otras áreas de la ciencia moderna. Sin embargo, respecto a las supercuerdas, que es el meollo del libro, la cosa no está tan clara. Smolin da a entender en ocasiones que los teóricos de cuerdas son una especie de fanáticos religiosos dispuestos a quemar en la hoguera a cualquier hereje que ose desafiar sus postulados, además de presionar con sucias artimañas para que no se investiguen teorías alternativas.
Creo que esta imagen que el autor intenta transmitir es bastante dañina para la ciencia en general y puede ser fácilmente malinterpretada por mucha gente ajena al funcionamiento de la investigación científica, aunque sin duda contiene pinceladas de realidad. El problema de base, que Smolin sólo toca de pasada, es que la mayoría de teorías "alternativas" contienen los mismos problemas conceptuales que la teoría de cuerdas (esto es, no pueden ser falsadas) y además carecen de su consistencia interna. Naturalmente y como no podía ser de otra forma, Smolin trabaja en la Gravedad Cuántica de Bucles, la teoría alternativa a las supercuerdas por excelencia. Desgraciadamente y pese al optimismo del autor, esta teoría, que ha progresado mucho en los últimos años, todavía está muy lejos de la solidez de la Teoría M. Por lo tanto, no hace falta invocar ninguna "conspiración" de físicos psicópatas para entender el motivo por el que no recibe la misma atención que la teoría de supercuerdas.
Pese a sus excesos, se trata de un libro altamente recomendable para entender el estado de la física actual, escrito además por un físico de primer orden. Muchas de las críticas que se le han hecho al autor desde el campo de las supercuerdas parece que han sido motivadas más por envidia a la fama que ha conseguido Smolin con este libro que al mensaje que transmite.
Lo cierto es que del optimismo infinito de los años setenta, hemos pasado a una situación de pesimismo y desconcierto total. Hasta ahora hemos supuesto que la física desentrañaría los misterios fundamentales de la naturaleza y que no tardaríamos en tener una Teoría del Todo, pero ¿y si estábamos equivocados? A lo mejor el Universo es como una de esas películas de serie B de los años sesenta donde se nos advertía de los riesgos que suponía para la humanidad querer desvelar los secretos de la creación. Quizás resulte que la naturaleza es infinitamente más compleja de lo que habíamos supuesto, arropados en nuestra arrogancia propia de unos simios que han conseguido alcanzar el espacio y construir armas nucleares en menos de un siglo. O quizás no, y sólo debemos tener un poco de paciencia y esperar unas décadas a que las supercuerdas den sus frutos.
Para los que quieran saber más, Smolin tiene una página sobre su libro.
Lo mejor: la traducción al español (impecable), las críticas al papel de gurú/mesías de Ed Witten y el comentario de Smolin sobre la supersimetría:
no sólo tenemos squarks y sleptones y fotinos, sino que además tenemos sneutrinos emparejados a los neutrinos [...]Más pronto o más tarde, enredados en la nueva maraña de snombres y nombrinos, uno empieza a sentirse como el spayaso Augusto o como Augustino el spayaso. O svaya ustedino a saber lo que squé.
Lo peor: el precio de la edición española, que aunque de gran calidad, me parece excesivo, especialmente si lo comparamos con los 17 $ de la versión inglesa en Amazon.
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