Semejante plan tiene dos puntos negros: el primero es que si el transbordador sigue en servicio, aunque sólo sean dos naves, el Programa Constellation tendrá mucho menos dinero disponible, por lo que el primer vuelo de la Orión difícilmente tendrá lugar en 2015, por no hablar de que tamaño nivel de gasto pondrá en peligro el futuro programa lunar de la NASA.
El segundo problema surge al pensar que el transbordador garantizará la presencia de la NASA a bordo de la ISS. Craso error. Todos sabemos que el shuttle sólo puede permanecer acoplado a la estación espacial durante una semana, más o menos. Para tener una tripulación permanente, la NASA debe poder acceder a las naves Soyuz en caso de emergencia, aunque los astronautas americanos viajen a la estación con el transbordador. Si los EE UU y Rusia rompiesen su acuerdo de cooperación respecto a la ISS, la NASA sólo podría realizar visitas de una semana al costosísimo complejo espacial.
Todo apunta a que esta propuesta no es más que un globo sonda para contentar a los políticos de turno frente a la nueva guerra fría con Rusia en pleno año electoral, pero que con el tiempo se impondrá la cordura y la NASA continuará colaborando con el Kremlin. Más le vale.

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