Una de las primeras tareas de cualquier aficionado a la astronomía es familiarizarse con las constelaciones que pueblan el cielo nocturno. Las constelaciones nos sirven como referencia a la hora de orientarnos en la bóveda celeste, pero pocas veces nos preguntamos sobre su origen concreto.
Durante el transcurso de la historia, la Humanidad ha sentido la necesidad de trasladar sus mitos y creencias al cielo. Es por eso que las constelaciones no son meras creaciones folclóricas sin importancia, sino que son representantes de una herencia cultural global que más que nunca debemos aprender a apreciar. Por supuesto, diferentes culturas han creado distintas constelaciones, las cuales han variado además dependiendo de la localización geográfica de las civilizaciones y de la porción de la bóveda celeste visible para ellas. No es de extrañar pues que una de las decisiones que tomó la Unión Astronómica Internacional (UAI) durante su primera asamblea en 1922 fuese presentar una lista con las constelaciones “oficiales”: 88 en total.
¿Pero de dónde vienen estas sugerentes figuras celestiales? Si no tenemos en cuenta las constelaciones añadidas por los europeos en los últimos siglos para cubrir el hemisferio sur celeste, la mayoría de las restantes provienen de la cultura grecorromana. En concreto, durante más de 1500 años la obra de referencia por antonomasia ha sido Coordinación Matemática de Claudio Ptolomeo (Μαθηματική Σύνταξις en griego). Para aquellos a quienes este nombre no les suene, conviene matizar que nos ha llegado a nosotros gracias a las traducciones árabes medievales con el título de Al Kitabu al Majisti (“el gran libro”) o, para abreviar, El Almagesto. Ptolomeo (siglo II d.C.) fue el último sabio helenístico heredero de una larga tradición de astrónomos. Su descripción de los movimientos planetarios dominaría la astronomía hasta el Renacimiento y la aparición de Copérnico. Como no podía ser menos, su catálogo de 48 constelaciones también se convirtió en la referencia estándar en esta materia. Por supuesto, Ptolomeo no creó su lista de constelaciones de la nada, sino que empleó referencias más antiguas. En concreto, se supone que utilizó casi en su totalidad el catálogo estelar de Hiparco de Nicea, quien vivió unos trescientos años antes. Lamentablemente, el catálogo de Hiparco no ha llegado hasta la actualidad.
Podemos seguir remontándonos atrás en el tiempo a otros autores, pero, ¿cuál fue el primero en enumerar las constelaciones que nos son familiares a todos? Pues parece que fue el matemático y astrónomo griego Eudoxo de Cnidos (siglo IV a.C.). Y digo “parece” porque, una vez más, sus obras no han sobrevivido el paso del tiempo. Por suerte para nosotros, el poeta Arato de Solos escribió un libro en el siglo III a.C. basándose en la desaparecida obra de Eudoxo. Este libro se llamaba Fenómenos (Φαινόμενα) y fue tremendamente popular en Roma, donde se hicieron numerosas copias y versiones a manos de autores como Higino, Manilio o Gémino, motivo por el cual se suele citar a los Fenómenos como la primera fuente escrita donde aparecen las constelaciones actuales. Arato hace referencia a 43 constelaciones y asterismos. Aunque muchos de ellos nos resultan familiares, muchos otros no tanto. Por ejemplo, Pegaso es simplemente “el Caballo”, el Cisne es “el Ave” y Hércules aparece como “el Arrodillado”.
En lo que respecta a los mitos, lejos de la visión monolítica actual que tenemos en la actualidad, en la Antigüedad convivieron simultáneamente muchos mitos para una misma constelación. Normalmente se toma como referencia en este tema la obra de pseudo-Eratóstenes, una figura anónima del siglo I d.C. que escribió los Catasterismos (Καταστερισμοί, “situar entre las estrellas”). No obstante, muchos de los mitos que aparecen en los Catasterismos, una obra de lectura obligada para cualquier amante de la astronomía, son distintos a los que se popularizaron en Europa tras el Renacimiento.
Por supuesto, Eudoxo tampoco fue el primero en crear todas las constelaciones que conocemos: sólo fue el primero dentro de la cultura griega. El origen de muchas de las constelaciones actuales hay que buscarlo más lejos, al este, en la antigua Mesopotamia. Pero eso es otra historia…
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