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Tuesday, February 24, 2009

Más sobre la colisión III

Seguimos dándole vueltas a la grave colisión entre el Iridium 33 y el Kosmos 2251. Puesto que el choque se produjo entre un satélite activo (Iridium 33) y uno "muerto" (el Kosmos), en un principio todo apuntaba a que los controladores de la red Iridium habían cometido una grave falta al no reaccionar apropiadamente. La respuesta de la empresa, previsible en estos tiempos de crisis, consistió en echar balones fuera y repartir culpas: primero, como no, a los rusos -que ya sabemos que son los malos oficiales del mundo mundial-, y después, puesto que la primera excusa no era muy creíble, le endosaron el muerto al software empleado para la detección de colisiones, denominado SOCRATES. Según Iridium, SOCRATES ofrecía numerosas alertas para ese mismo día y el acercamiento entre el Iridium y el Kosmos ni siquiera era una de las más importantes.

Ante esta perspectiva, ¿quién es el culpable? El problema de fondo es doble. Por un lado, no existe una base de datos de todos los objetos en órbita en tiempo real, así que ciertamente todas las predicciones de colisiones tienen un margen de error considerable, SOCRATES incluido. El segundo punto a tener en cuenta es que los militares norteamericanos, que son los que disponen de los mejores datos de objetos orbitales a través del Space Surveillance System (SSN), no hacen públicos todos sus datos. ¿Por qué? Pues para evitar así que los enemigos de los EE UU puedan conocer las limitaciones del sistema y las órbitas exactas de los satélites espías norteamericanos. Los datos del SOCRATES y otros sistemas similares no están por tanto debidamente actualizados, lo que impide que puedan ser usados para evitar colisiones en el futuro.

Esto nos lleva a preguntarnos si los militares estadounidenses podrían haber previsto el choque al contar con información de primera mano. La respuesta no está clara, pero todo parece indicar que es afirmativa. Sin embargo, puesto que no existe ningún organismo oficial internacional de control de objetos orbitales, el STRATCOM no tiene ninguna obligación de avisar sobre ninguna colisión, más allá de la buena voluntad de sus jefes. Los militares norteamericanos realizan simulaciones de colisión con varios objetivos prioritarios (ISS, satélites de defensa, etc.) usando sus datos, pero es imposible que calculen de forma rutinaria estas probabilidades para los más de mil satélites activos en la órbita baja sin que exista un acuerdo internacional.

Como en algunos accidentes de aviación, este choque podría haberse evitado, pero parece complicado identificar a un culpable. Está claro que no podemos culpar directamente a Iridium, pero no por ello su conducta resulta menos reprochable. Lo honesto por su parte hubiese sido reconocer que no podían, ni podrán en el futuro, prever un accidente similar sin colaboración con el STRATCOM o con otros gobiernos, y no dedicarse a repartir acusaciones a diestro y siniestro.

Resulta gracioso que tantos analistas, además de Iridium, se hayan lanzado a criticar a Rusia por haber "abandonado" el satélite Kosmos en órbita baja cuando esto es una práctica que desgraciadamente es común a todas las potencias espaciales. También llama la atención que en un principio se haya comentado que Rusia no registró debidamente el satélite según el acuerdo de 1976, lo cual es cierto. Pero no fue el Strelá 2M el satélite que los rusos olvidaron registrar, sino...¡el Iridium!, ya que éste fue lanzado por Rusia en 1997. Curioso que estos mismos analistas, tan críticos cuando se trata de Rusia, no pestañeen siquiera ante la actitud del Pentágono respecto al satélite militar DSP-23, una verdadera amenaza para otros aparatos en la órbita geoestacionaria. Y en cuanto al respeto de tratados, los EE UU no tienen mucha legitimidad para acusar a Rusia del incumplimiento de un acuerdo menor cuando ellos se retiraron unilateralmente -eufemismo para "violación"- del tratado ABM de 1972, un hecho de gravísimas consecuencias para la estabilidad internacional.

En fin, que lo fácil, como siempre, es señalar a otro como el culpable, pero más difícil es encontrar soluciones. Como ya hemos señalado por aquí, que los EE UU aumenten la capacidad y el número de radares y telescopios para seguir satélites no es la solución, ya que levantaría protestas por parte de países como Rusia y China. A corto plazo, lo ideal sería que el STRATCOM hiciese públicos todos sus datos de los objetos orbitales en tiempo real, salvo quizás aquellos pertenecientes a satélites militares, de forma parecida a cómo se comparte la señal del sistema GPS. Más a largo plazo se podría crear una base de datos internacional siempre y cuando otros países se sumasen a ella, algo muy complicado de llevar a cabo, pero esencial para intentar evitar futuras colisiones.

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