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Saturday, July 11, 2009

Libro: La Conspiración Lunar

Una de las leyendas conspiranoicas que más arraigo popular ha logrado en los últimos años es aquella que afirma que los viajes tripulados a la Luna fueron falsos. Y es que, como todos sabemos, las seis misiones Apolo que visitaron la superficie lunar y las otras tres que la orbitaron fueron rodadas en enormes estudios de televisión -situados en el Área 51, por supuesto- gracias al inestimable talento conjunto de Elvis, Kubrick y Disney (debe ser que en el caso del Apolo 13 no tenían suficiente presupuesto).

Al igual que todas las leyendas, creo que es un fenómeno sociológico muy interesante que revela algunos aspectos oscuros de nuestra cultura. Por un lado, se trata de una mentira que se ha hecho grande a fuerza de repetirla, en buena parte gracias a los medios de comunicación tradicionales (sí, esos mismos que echan pestes de internet y que se autoproclaman campeones de la seriedad y la objetividad). También ha tenido que ver el afán de notoriedad de ciertos personajillos y, por supuesto, las ganas de hacer dinero fácil a costa de la credulidad de la gente. Por otro lado, el hecho de ser una historia que nos permite echar por tierra una de las grandes hazañas de los EEUU ha sido también un factor importante a la hora de explicar su popularidad, aunque bien es cierto que la mayor parte de conspiranoicos son de nacionalidad estadounidense. Sin embargo, creo que en el fondo lo que delata la mera existencia de esta creencia es una profunda y total ignorancia de determinados principios físicos y técnicos que explican el Universo que nos rodea. También es verdad que las misiones Apolo fueron una proeza tecnológica de tal calibre que es normal que, en su momento, muchos dudasen de su veracidad. Las naves espaciales de los años 60 fueron construidas por personas que, en su mayoría, habían nacido cuando la tecnología aeronáutica aún estaba en pañales. Si viajar más rápido que el sonido era una quimera, imaginemos lo que significaba para esa generación poder ir a la Luna.

Por supuesto, ha llovido mucho desde entonces y las comunicaciones vía satélite son una rutina, así como los satélites meteorológicos, de recursos o astronómicos. Los lanzamientos espaciales tripulados, aunque casi igual de arriesgados, ya no tienen ese aura de romanticismo propio de los pioneros de una nueva era. Numerosos países tienen hoy en día una infraestuctura tecnológica capaz de lanzar objetos al espacio. Y sin embargo, la teoría de la conspiración lunar persiste.

Por eso es de agradecer la aparición de libros como La Conspiración Lunar: ¡Vaya Timo!, de Eugenio Fernández Aguilar, que se dedican pacientemente a desmontar los desvaríos que los partidarios de la conspiración esgrimen como pruebas irrefutables de su verdad. Con un estilo ameno pero riguroso, Eugenio intenta explicar de forma concisa que la mayor hazaña tecnológica del siglo XX no fue un espejismo ni un sueño. Entre 1969 y 1972, doce hombres pisaron otro mundo, le pese a quien le pese.

Por supuesto, esta obra no convencerá a los conspiranoicos de pura cepa, pero sí que puede iluminar a más de un alma descarriada que se ha dejado impresionar por algún documentaloide o libelo desinformativo. Sólo esperemos que cunda el ejemplo y que ahora que se aproxima el 40º aniversario del Apolo 11 los medios de comunicación se centren en los hechos y no en las mentiras.

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