El pasado 28 de junio la Casa Blanca publicaba la nueva política espacial de los Estados Unidos (National Space Policy). Un título muy rimbombante y trascendente que en realidad no aporta nada, ya que el documento está repleto de buenas intenciones y brindis al Sol sin ningún detalle concreto.
En definitiva, y para no aburrir, nada nuevo, lo cual es normal, pues se trata de un documento político más que otra cosa. La política espacial de los EEUU ya fue anunciada por Obama el pasado febrero y sus puntos principales son de sobras conocidos: cancelación del programa Constellation, retirada del transbordador espacial, ampliar la vida útil de la ISS hasta 2020 y trasladar al sector privado la responsabilidad del acceso tripulado al espacio. Otros aspectos aún no son definitivos, pero el documento tampoco los aclara: ¿desarrollará finalmente Estados Unidos un lanzador pesado para poner más de 25 toneladas en LEO?¿Impulsará algún tipo de programa reducido a largo plazo para salir de la órbita baja? Aún no sabemos las respuestas, pero todo parece indicar que serán negativas. Por cierto, algunos puntos que han recibido atención por parte de muchos medios, aunque tampoco sean nuevos, son la posibilidad de misiones tripuladas a un asteroide a partir de 2025 y a la órbita marciana a partir de 2030. El problema es que no se dice en ningún momento con qué vehículos, con qué lanzadores y, especialmente, con qué dinero se van a llevar a cabo esas maravillosas misiones. Quince años es mucho tiempo para cualquiera, pero para un político es el futuro lejano. Bien podían haber puesto 2050 o 2100, sin recursos esto no deja de ser una declaración vacía.
Pese a la repetición hasta la saciedad de expresiones de autoafirmación del tipo U.S. leadership in space, el documento no explica que, precisamente debido al rumbo de la política espacial de Obama, los EEUU corren el riesgo de dejar de ser líderes en muchos sectores de eso que comúnmente llamamos "conquista del espacio". Algo que podemos presenciar, por ejemplo, en la total y absoluta dependencia de las naves rusas Soyuz para llevar astronautas norteamericanos hasta la ISS. A diferencia de lo que uno pudiera pensar después de leer algunos artículos, esta dependencia no comenzará el año que viene tras la retirada del transbordador, sino que ha estado ahí desde el primer día de operaciones de la ISS. Incluso con la lanzadera espacial en activo, la NASA ha necesitado las Soyuz como vehículo de emergencia para las tripulaciones de la ISS durante todos estos años. Sin la participación rusa, la ISS debería ser abandonada mañana mismo, por mucho U.S. leadership que tenga.
La decisión de cancelar el Ares V y no desarrollar un lanzador pesado también supone un paso atrás para el liderazgo tecnológico espacial norteamericano. Aunque es cierto que los cohetes más potentes con los que cuenta EEUU -Delta IV y Atlas V, este último con motores rusos- están en la misma categoría que el Ariane 5 europeo o el Protón ruso, a veces nos olvidamos de que el transbordador espacial es el sistema de lanzamiento más potente del mundo, con capacidad de poner en órbita unas cien toneladas. Sí, es cierto que la bodega de carga del shuttle sólo tiene capacidad para unas 20 toneladas, pero no debemos obviar la masa del propio transbordador. Efectivamente, un sistema de lanzamiento no tripulado basado en la lanzadera (SDHLV, Direct, etc.), podría poner más de 80 toneladas en LEO fácilmente. Tras la retirada de los transbordadores, y debido a la decisión política de dejar morir las tecnologías asociadas a los mismos, los EEUU renuncian a uno de los sectores donde eran líderes o, al menos, contaban con cierta ventaja.
Pero quizás el punto más crítico sea el relativo al desarrollo de naves tripuladas. Después de pasarse años criticando a las Soyuz rusas por ser vehículos "obsoletos" y "vetustos", la ironía no es que la NASA vaya a depender de las mismas para viajar al espacio, sino que las naves espaciales desarrolladas por las compañías privadas tendrán, en el mejor de los casos, unas prestaciones similares a las "antiguallas" rusas. El Programa Constellation tenía muchos defectos, pero la cápsula Orión era un vehículo muy capaz que permitía realizar viajes más allá de la órbita baja. Ninguna de sus sucesoras "privadas" tendrá esta capacidad, por lo menos, no a medio plazo. De este modo, los EEUU abandonan otro área donde podrían haber sido lideres fácilmente. Si Rusia termina por desarrollar la PPTS, se pondrá por delante de Estados Unidos en casi todos los aspectos de la astronáutica tripulada. Y, en todo caso, aunque los EEUU cuenten con una o dos naves espaciales privadas, jugarán en la misma liga que Rusia, China y, quizás, la India, todos ellos países con programas espaciales tripulados propios.
Por otro lado, el área donde la NASA goza de un liderazgo internacional indiscutible e incontestable es el de la exploración no tripulada del espacio, pero a este respecto hay que destacar que el "abandono" de la astronáutica tripulada no supondrá un incremento significativo en el número de sondas y misiones científicas.
Para no terminar con un mal regusto, podemos resaltar algunos aspectos positivos que aparecen en el documento. Por ejemplo, se refuerzan las intenciones de colaborar con otros países en la exploración del espacio, aunque no se citan objetivos ni plazos concretos. También me parece muy sensato el apoyo al empleo de la energía nuclear en el espacio, que podría abrir la puerta a la exploración del Sistema Solar exterior y al desarrollo futuro de naves tripuladas interplanetarias. Por cierto, vale la pena recordar que, hasta ahora, la NASA depende de Rusia para la obtención de plutonio de cara a su uso en los RTGs de sondas espaciales, una situación que deberá cambiar en los próximos años.
En definitiva, los Estados Unidos poseen los medios económicos, tecnológicos y humanos para ser líderes en la exploración espacial y, sin embargo, han decidido renunciar a este liderazgo de forma voluntaria por motivos políticos.
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