- Gravedad: pese a la baja gravedad lunar, un telescopio debería tener la rigidez estructural necesaria para conseguir una buena calidad óptica. Esto implica más masa y por tanto, más dinero.
- Temperatura: los tremendos extremos térmicos causados por el día y la noche lunar pueden ocasionar problemas de alineación óptica, que deberían ser corregidos, ergo, más dinero.
- Terremotos: aunque la actividad sísmica lunar es muy baja, hay que tener en cuenta las perturbaciones provocadas por la presencia de una base lunar cercana y sus operaciones.
- Suciedad: los astronautas del Apolo pudieron ser testigos de cómo el regolito lunar lo cubre todo con una facilidad pasmosa. Un telescopio no sería diferente en este sentido y necesitaría ser limpiado regularmente para tener una buena óptica, aumentando el costo de la instalación.
En esta imagen vemos al futuro telescopio infrarrojo SAFIR, propuesto como sucesor del James Webb, que debería operar en una órbita solar a 3 UA o bien en el punto L2. También se puede ver una configuración de la nave Orión para el espacio profundo que serviría para llevar a cabo misiones a asteroides, circumlunares, etc. Esta versión consistiría en una etapa superior del módulo lunar LSAM modificada con paneles solares acoplada a una Orión con un módulo de servicio alargado. En esta configuración sería posible reparar y mantener telescopios espaciales situados fuera de la órbita terrestre usando el equipamiento del Programa Constellation.
En esta otra imagen (fuente) podemos ver una versión automática de la Orión diseñada para reparar telescopios en órbita baja, como es el Hubble. En este caso, en vez de una cápsula con astronautas, la Orión llevaría el equipo y las herramientas necesarias para una reparación, así como un brazo robot similar al del Shuttle. Posteriormente, otra nave Orión tripulada se acercaría al complejo y efectuaría las reparaciones. La nave elevaría además la órbita del telescopio.
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