A comienzos del siglo XX, el panorama político internacional se encontraba dominado por los grandes imperios que durante todo el siglo XIX y parte del XVIII habían dirigido los designios del mundo.
Los imperios coloniales europeos como el español, el holandés y el portugués se remontaban al siglo XVIII en el que alcanzaron su cenit. Otros como el británico, el francés, o el alemán lograrían su máxima extensión en la segunda mitad del XIX.
Las grandes monarquías dominaban Europa y Asia. Así la dinastía austríaca de los Habsburgo y la rusa de los Romanoff controlaban grandes extensiones de ambos continentes. La Casa de Hannover y su sucesora la Casa de Windsor dirigían el comercio asiático con su dominio sobre la India y Australia. Y lo mismo ocurría, aunque ya en plena decadencia, en China con la dinastía Manchú y en Oriente Próximo con el imperio otomano.
Pero los movimientos nacionalistas comenzaron a surgir. La independencia de EEUU del control ingles en el último cuarto del siglo XVIII supuso el pistoletazo de salida para el resto de movimientos independentistas que en los primeros años del XIX pondría fin al dominio español y portugués sobre el continente americano.
Curiosamente, mientras America conquistaba su libertad, África y Oriente caían bajo el imperialismo expansionista europeo. A principios del siglo XX los imperios coloniales se hallaban en su máximo esplendor, concluyendo una carrera que se había iniciado en los años 70 del siglo XVIII y que les llevó a controlar todo el continente africano, las islas del Pacífico, la India, Indochina, Australia, …
Japón sería la excepción del lejano oriente, el cual siguiendo los modelos europeos se lanzó a una frenética expansión que le llevaron a conquistar Taiwán, y Corea, para finalmente adentrarse en China.
Habría que esperar a la finalización de las dos guerras mundiales para que nuevamente los nacionalismos y las ansias de independencia vuelvan a renacer reconquistando la libertad que les fue quitada.
Jose
Los imperios coloniales europeos como el español, el holandés y el portugués se remontaban al siglo XVIII en el que alcanzaron su cenit. Otros como el británico, el francés, o el alemán lograrían su máxima extensión en la segunda mitad del XIX.
Las grandes monarquías dominaban Europa y Asia. Así la dinastía austríaca de los Habsburgo y la rusa de los Romanoff controlaban grandes extensiones de ambos continentes. La Casa de Hannover y su sucesora la Casa de Windsor dirigían el comercio asiático con su dominio sobre la India y Australia. Y lo mismo ocurría, aunque ya en plena decadencia, en China con la dinastía Manchú y en Oriente Próximo con el imperio otomano.
Pero los movimientos nacionalistas comenzaron a surgir. La independencia de EEUU del control ingles en el último cuarto del siglo XVIII supuso el pistoletazo de salida para el resto de movimientos independentistas que en los primeros años del XIX pondría fin al dominio español y portugués sobre el continente americano.
Curiosamente, mientras America conquistaba su libertad, África y Oriente caían bajo el imperialismo expansionista europeo. A principios del siglo XX los imperios coloniales se hallaban en su máximo esplendor, concluyendo una carrera que se había iniciado en los años 70 del siglo XVIII y que les llevó a controlar todo el continente africano, las islas del Pacífico, la India, Indochina, Australia, …
Japón sería la excepción del lejano oriente, el cual siguiendo los modelos europeos se lanzó a una frenética expansión que le llevaron a conquistar Taiwán, y Corea, para finalmente adentrarse en China.
Habría que esperar a la finalización de las dos guerras mundiales para que nuevamente los nacionalismos y las ansias de independencia vuelvan a renacer reconquistando la libertad que les fue quitada.
Jose
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