Tras el estallido de la sublevación, prácticamente toda la flota española permaneció leal al bando republicano. Sin embargo, los escasos buques sublevados impusieron un fuerte bloqueo a las plazas que aun resistían como Bilbao, Gijón o Santander. En estas condiciones la flota republicana debe dividirse y serán estas ciudades las principales receptoras de la ayuda de la marina, mientras que para el Estrecho tan solo son desviados dos navíos.
A finales de septiembre de 1936, el destructor Almirante Ferrándiz junto con el Gravina son los encargados de bloquear el Estrecho de Gibraltar para impedir la llegada de tropas sublevadas desde África a la Península. Por otra parte, salen desde el Ferrol los buques Canarias y Cervera (que había sido capturado por los nacionales) con el objetivo de entrar en el Mediterráneo, esperando levantar el bloqueo y hacerse con el control del Estrecho, lo cual daría lugar a la batalla del cabo Espartel.
El crucero Canarias no tuvo rival y con una artillería muy superior, logró hundir al destructor Ferrándiz impactándole desde una distancia de 16 kilómetros y en una segunda tanda desde los 20. El Almirante Ferrándiz se hundió con toda la tripulación, muriendo los 160 marinos. La situación estaba ya fuera de control y el Cervera se dedicó a perseguir a placer al destructor Gravina que tuvo que buscar refugio en Casablanca.
El Estrecho no volvería a cambiar de manos en el resto de la guerra.
Jose
A finales de septiembre de 1936, el destructor Almirante Ferrándiz junto con el Gravina son los encargados de bloquear el Estrecho de Gibraltar para impedir la llegada de tropas sublevadas desde África a la Península. Por otra parte, salen desde el Ferrol los buques Canarias y Cervera (que había sido capturado por los nacionales) con el objetivo de entrar en el Mediterráneo, esperando levantar el bloqueo y hacerse con el control del Estrecho, lo cual daría lugar a la batalla del cabo Espartel.
El crucero Canarias no tuvo rival y con una artillería muy superior, logró hundir al destructor Ferrándiz impactándole desde una distancia de 16 kilómetros y en una segunda tanda desde los 20. El Almirante Ferrándiz se hundió con toda la tripulación, muriendo los 160 marinos. La situación estaba ya fuera de control y el Cervera se dedicó a perseguir a placer al destructor Gravina que tuvo que buscar refugio en Casablanca.
El Estrecho no volvería a cambiar de manos en el resto de la guerra.
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