El estudio de los ideogramas japoneses o kanji (漢字) es el gran hueso del idioma, como todo estudiante de japonés habrá experimentado en sus carnes. El problema es que para leer un periódico o una simple revista, debemos conocer unos 2000 (¡!) de estos simbolitos tan simpáticos. La enseñanza tradicional de los kanji consiste en someter al estudiante extranjero al mismo sistema de tortura, perdón, de enseñanza, que siguen los niños japoneses en la escuela: fuerza, o mejor dicho, memoria, bruta. El sufrido estudiante debe adquirir uno a uno todos los caracteres aprendiendo como se dibujan, su significado principal y secundario(s) (sí, los jodíos cambian de significado...) y sus, como mínimo, dos lecturas japonesas. Esta es una tarea hercúlea que asusta al más valiente. El problema es que, de entrada, un extranjero debe esforzarse un 30% más que un niño japonés. ¿Por qué?. Pues porque el niño ya conoce las palabras en su idioma y sólo tiene que asociar al kanji el significado correspondiente, mientras que el extranjero debe además traducir las lecturas japonesas a su idioma. El estudiante principiante no es plenamente consciente de esta dificultad, pues ve como siguiendo este método tradicional aprende decenas y decenas de kanji y aparentemente, se va acercando a la meta de conocer los 2000 kanji básicos (sí, básicos, porque hay unos 4000 más). El problema surge cuando ya se llevan memorizados unos 300-500 kanjis. Es entonces cuando para gran frustración del estudiante, éste se da cuenta de que hay cientos de ellos parecidísimos entre sí, y lo que ha aprendido se convierte en inútil: ¿cómo voy a acordarme de las diferencias entre 武 (guerrero), 成 (convertirse), 城 (castillo), 式 (estilo), 域 (zona), 威 (intimidar) o 我 (yo)?.
En este punto mucha gente abandona el estudio del idioma desmoralizados ante tamaña dificultad. ¿Qué podemos hacer?. Pues pasar de los métodos tradicionales japoneses y seguir otros. Lo que es válido para un niño nipón inmerso en su idioma y su cultura, no tiene que ser necesariamente válido para un extranjero. Aquí es donde entra el magnífico libro Kanji para Recordar, de James Heisig, versionado al castellano por Marc Bernabé. El método de Heisig es sencillo. ¿Por qué saturar a la memoria aprendiendo a la vez los dos tipos de lecturas japonesas, el significado del kanji y su escritura?. Lo mejor es ir por partes: primero aprendamos a dibujar cada kanji y su significado en nuestro idioma, y luego ya habrá tiempo de estudiar cómo se pronuncian. Para memorizar los 2000 símbolos, Heisig propone un método sencillo: se descompone cada ideograma en otros más simples y los relacionamos entre sí por medio de una historia, preferiblemente una que evoque imágenes sugerentes, para no olvidarlo. Por ejemplo, si ya conocemos el kanji de "perro" y el de "rey", podemos aprender el de "loco", formado por los dos anteriores, imaginando un perro con una corona en su cabeza aullando como un loco (狂). Puedo decir por experiencia propia que el método funciona: en unas semanas, el estudiante podrá memorizar no sólo el significado, sino también cómo se escriben, los 2000 kanjis básicos. Paradójicamente, no creo que sea un libro recomendable para aquellos que se inician en la lengua japonesa por varios motivos:
Primero, porque el novato se suele desesperar al aprender un kanji, pero no su lectura, por lo que piensa que el sistema tradicional es mejor porque enseña a leerlos, además de cómo escribirlos. En esta etapa, el estudiante usa principalmente su memoria visual para recordarlos y cree que será capaz de acordarse de todos. El problema surge a partir de los 500 kanjis más o menos, cuando el alumno se enfrenta a decenas de ideogramas prácticamente similares a la vista pero con significados dispares, pues entonces la memoria visual se satura y es donde se entra en la etapa de sufrimiento.
Segundo, porque los primeros kanjis que aprendemos con este método, pese a ser por lo general los más simples, son también bastante raros para el principiante, por lo que una vez más vuelve a pensar que el método es inútil porque no le enseña desde un principio los kanjis básicos que usa en las lecciones, como los de "beber", "comer", "dormir", etc.
Reconozco que yo mismo, debido a mi impaciencia, era de los escépticos. Estuve muchas veces a punto de comprarme el libro y lo descarté por parecerme falto de interés. Mi opinión cambió, cuando tras haber estudiado y memorizado unos 1000 kanjis, me di cuenta de que era incapaz de escribir correctamente la mayoría de ellos. Fue entonces cuando, desesperado, busqué alternativas y me acordé de esta obra. Recordé que, aunque sólo lo había ojeado por encima, podía acordarme perfectamente del kanji asociado al concepto de "riesgo", ya que se dibuja como un ojo que mira al sol (冒). La imagen asociada al concepto de "riesgo" era tan potente que no la había olvidado pese a leer esa página del libro fugazmente.
Naturalmente, es un método, no una receta milagrosa. Como es natural, el estudiante deberá repasar las lecciones ya aprendidas para no olvidarse. Además, para que sea efectivo, uno debe seguir las instrucciones del autor: escribir siempre en un cuaderno o folio los kanjis que estamos aprendiendo y aprenderlos bien usando historias chocantes o impactantes, no sólo memorizando los componentes. Si se siguen las instrucciones, garantizo que cualquiera podrá superar esta barrera.
Curiosamente, ahora que estoy estudiando chino, me he enterado de que muchos escolares de ese país siguen un método similar. ¿Por qué no lo emplean los japoneses?. Pues porque supongo que los chinos se ven más forzados por la necesidad, pues ellos deben memorizar un mínimo de 5000 ideogramas (o hanzis, como ellos los llaman) para leer un periódico, es decir, más del doble de lo que necesitan los japoneses. Además, por suerte para los chinos, cada hanzi suele tener un único significado y una única lectura, frente a la multiplicidad de pronunciaciones y significados en japonés. Esta multiplicidad es debida precisamente a que los japoneses adquirieron los kanjis de los chinos, junto con sus pronunciaciones.
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