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Wednesday, March 16, 2011

El Gran Cisma de Occidente de la Iglesia Católica - 1378-1417

En 1309 el Papa Clemente V y su curia cambiaban de residencia pontificia a Aviñón, abandonando a su suerte el que había sido hasta el momento su único hogar: Roma. En 1377, cuando Gregorio IX decide volver a su ciudad natal, la elección de un segundo Papa en Aviñón condujo al Gran Cisma de la Iglesia Católica. Europa se polarizó en dos bandos conforme los dirigentes daban su apoyo a uno de los Papas. Está situación se prolongó casi 40 años, hasta que en el Concilio de Constanza (1414-1417) la iglesia quedó nuevamente unificada bajo el poder de un único líder.




Las décadas finales del siglo XI y principios del XII fueron periodos muy turbulentos para la ciudad de Roma. La ciudad no era un lugar seguro para el papado, el cual se encontraba en el centro de las tramas y disputas políticas de las grandes familias. Además su situación geográfica la exponía continuamente a las invasiones de poderes extranjeros. Con todos estos condicionantes, el Papa Clemente V, de origen francés, y bajo las presiones del rey de Francia Felipe IV, decidió cambiar su residencia a Aviñón.

Se abría un periodo en el que el papado y toda su curia estuvieron controlados por Francia; de hecho los siete papas aviñoneses fueron franceses así como la gran mayoría de los cardenales. Esto provocó numerosos recelos entre los emperadores del Sacro Imperio, que históricamente habían controlado los designios papales (o al menos lo habían intentado).


Será el Papa Gregorio IX, el último Papa de Aviñón, el encargado de devolver a Roma la sede pontificia en el año 1377. Pero su muerte al año siguiente provocó el Gran Cisma, ya que tanto los italianos como los franceses se apresuraron a nombrar a sus respectivos sucesores: En Roma, Urbano VI y en Aviñón, Clemente VII.



Hacia la década de 1390, los poderes seculares de Europa acordaron llevar a cabo la unificación de la iglesia bajo un único Papa y para ello el Colegio Cardenalicio convocó un Concilio en Pisa en 1408, del cual resultó un nuevo Papa, Alejandro V, que satisfacía las posiciones de todas las facciones a la vez que destituía de su cargo a los dos Papas en funciones. Pero Clemente VII y Urbano VI no se plegaron a la decisión alegando que nadie, ni siquiera un concilio podía ser superior a la propia decisión del Papa.

Así pues, entre 1408 y 1417, se produjo la extraña situación en la que tres Papas gobernaban simultáneamente los designios de la Iglesia Católica. En 1414 comenzaba el Concilio de Constanza, con el principal objetivo de poner remedio a este triple reinado. Tres años después, el concilio se daba por terminado con la deposición de los dos papas rebeldes y la abdicación del tercero. Será bajo Martín V cuando la estabilidad de la Iglesia vuelva de nuevo a sus cauces.

Una de las principales consecuencias de este Gran Cisma, fue la consolidación del poder del Colegio Cardenalicio y el establecimiento del Conciliarismo, que suponía que las decisiones de los concilios debían poseer mayor autoridad que las dictadas por el propio Papa.

Jose

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